Autoría fotográfica
¿Quién ha hecho la foto? Esta pregunta se suele responder habitualmente de forma simple y sin hacerse nuevas preguntas: Fulano o Mengana. Pero esto oculta el hecho de que la autoría no corresponde de veras a una única persona tanto desde el punto de vista más abstracto de lo que sea una persona y su unicidad como del más concreto fotográfico.
Si atendemos a lo más abstracto, sin adentrarnos mucho en el asunto para, como en otras ocasiones, no salirnos demasiado del ámbito de lo fotográfico, quizás baste con que te preguntes en qué consiste tu identidad única e irrepetible que asegure tu mismidad frente a cualquier vacilación o duda. Esa persona que damos por sentado que sabemos quien somos ¿es la misma hoy que hace veinte años o veinte minutos siquiera?. Igual resulta que la identidad, el ser, en definitiva, no es más que el número que lo certifica, el del Documento Nacional de Identidad, en los estados en los que lo hay, o del pasaporte, o de la Seguridad Social, o cualquier otro documento estatal que lo acredita.
Si atendemos a lo más propiamente fotográfico nos daremos cuenta rápidamente al ver una foto que ahí ha intervenido más de una persona. En el mejor de los casos, y el menos frecuente, quien hace fotos con una cámara estenopeica (que no es más que un recipiente cerrado, una caja, una lata, un bote, que solo deja pasar la luz por un pequeño orificio que impresiona una película sensible), revela el negativo y lo positiva también, ya se ve acompañado de quienes hayan fabricado la película, los reveladores y el papel fotográfico, por citar solo los elementos que más claramente influyen en la apariencia de la imagen final. Se puede argumentar que siendo eso cierto no lo es menos que el fotógrafo es el que hace la elección de todos esos elementos (dentro de los disponibles en el mercado, de sus conocimientos técnicos y su capacidad económica) que han producido otros y que por tanto se le puede considerar ‘autor’ de la imagen final, aunque eso nos lleve a considerar como fotógrafo al que podríamos llamar ‘autor intelectual’ y a excluir de la autoría a quienes intervienen en la visión de la imagen final, ya que una vez que la foto abandona la mano de ese ‘autor intelectual’ no controla las condiciones de visión, que son las que terminan ‘construyendo’ la imagen recibida (iluminación, distancia y ángulo de visión de la foto, etc).
En el caso más habitual actualmente la cosa es aún más clara y evidente. Las fotos digitales sufren, desde su misma captación inicial, tantas transformaciones en las que los medios meramente materiales son producto de muchas personas y la elección de los elementos por parte del que venimos llamando ‘autor intelectual’ se ve mermada hasta extremos tales en ocasiones que el fotógrafo llega a difuminarse hasta confundirse con el conjunto de los intervinientes en el proceso. Quien hace hoy una foto con el móvil, que recordemos es lo que aparta la mayor cantidad de fotos en el mundo, se limita de ordinario a elegir un encuadre, dentro de las posibilidades que le ofrece el aparato y a tocar en un punto de la pantalla, el resto es cosa de los constructores del aparato. La visión de la imagen, suponiendo incluso que no sea procesada adicionalmente ni siquiera con los filtros más simples que se ofrecen, está masivamente sometida también a nuevas modificaciones en su transmisión hasta el receptor final de la imagen, que a su vez accederá a ella con la mediación de su dispositivo de visionado y las condiciones de uso del mismo que contribuirán a la construcción de la imagen final añadiendo nuevos autores.