Leyes fotográficas
‘La ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento’ artículo 6.1 del Código Civil del Estado español.
La fotografía está regida por dos tipos de leyes. De un lado tenemos las que impone el propio medio por su misma configuración, que pueden variar, aunque ligeramente de ordinario y debido a modificaciones tecnológicas, a las que podemos llamar intrínsecas, y de otro las que se imponen socialmente por quienes tienen poder para ello, a las que podemos llamar extrínsecas, y que también varían de acuerdo a las relaciones de poder en las que se inscriben.
Las intrínsecas, conózcalas o no quien hace la foto, se imponen so pena de que la foto no salga o lo haga de forma inutilizable para lo previsto. Cualquier fotógrafo consciente las conoce, aunque también en ocasiones se ve penado por su incumplimiento, pero no así quienes no están familiarizados con la técnica fotográfica, por lo que, ampliando lo expuesto en la ‘Breve introducción técnica para los más legos en la materia’, me referiré a una característica peculiar de la fotografía que la distingue de las otras artes clásicas, que son o bien espaciales, pintura, arquitectura, escultura, o temporales, danza, poesía, música, que es ser, en la producción misma, una mezcla de lo temporal y lo espacial, en lucha y contradicción, pues la ampliación del espacio reduce el tiempo y su disminución lo aumenta. Los efectos de esta dialéctica siguen una regla de inversión que puede formularse sintéticamente diciendo que más representa menos y menos representa más. Cuanto más espacio (técnicamente mayor apertura del diafragma) menor es el espacio que sale enfocado en al foto (técnicamente menor profundidad de campo) y cuanto más tiempo de exposición menos nítida puede aparecer la foto, más ‘movida’, y sus inversas, cuanto menos espacio (técnicamente menor apertura del diafragma) más espacio aparece enfocado en la foto (técnicamente mayor profundidad de campo) y cuanto menos tiempo de exposición más nítida aparece la foto, más congelado el movimiento. Y esto con una cantidad de luz (siempre que esta sea, ley intrínseca primera, suficiente para que la película o el captor grabe la imagen) igual en cada par, así que la cuantía de la luz no es lo relevante al efecto (salvo lo señalado en relación a la sensibilidad de la película fotográfica o del captor), sino su manejo.
Junto a esto también juega un papel relevante la óptica que impone sus leyes. En la práctica fotográfica se traduce en el uso de distintos tipos de objetivos fotográficos que sintéticamente implican una mayor o menor cantidad de espacio captado en la foto (el mayor con los llamados objetivos ojo de pez o gran angulares y el menor con los teleobjetivos) desde un mismo punto de toma junto con la sensación de mayor o menor distancia entre los objetos que salen en la foto (y en la que se vuelve a dar una inversión, pues cuanto más espacio se capte menos próximos aparecen los objetos entre sí, y cuanto menos espacio se capte más próximos aparecen). Cabe notar también la deformidad que producen los objetivos más angulares y la pérdida de definición que todos los objetivos sufren desde el centro, la mayor, a los bordes, la menor.
Otras leyes actuantes, aunque habitualmente de carácter secundario, se refieren a los tipos de luz que iluminan la escena y las ya señaladas de la sensibilidad de la película fotográfica o del captor.
Cosa muy distinta son las leyes extrínsecas, que a menudo algunos confunden con las intrínsecas y así muchos autores vienen a caer en errores a los que arrastran a tantos. Igualmente hay quien sostiene que no hay tales leyes extrínsecas y que el fotógrafo es completamente libre de fotografiar lo que le parezca, contra la curiosa comprobación de que la inmensa mayoría fotografía lo mismo y la pequeña minoría, con apariencia de mayor diversidad, viene a someterse también a su modo a la ley.
Por lo que a las masas de individuos personales se refiere las actuales leyes extrínsecas más relevantes son, como la mera observación que cualquiera puede verificar, las siguientes:
-yo soy artífice y motivo de la fotografía. La correspondencia con lo ordenado a escala general: que cada cual haga lo mismo que el resto pero creyendo que es obra libérrima de su voluntad. La era del selfi. Como rezaba la mentirosa publicidad de unos grandes almacenes: ‘Especialistas en ti’, ya que, si me vendieran cosas solo a mí, para mí, a mi medida y gusto, ni aún siendo el más acaudalado individuo del país serían capaces los tales grandes almacenes de sobrevivir. Cuando cada uno tiene su propia cámara relacionarse con otros, aunque sea para pedir que le hagan la foto queda proscrito. Arréglate con un palo de selfi o hazlo tú mismo a mano.
-lo que no soy yo es mío. Preferiblemente que sea de mi propiedad, o alquiler, que no es más que un sucedáneo de propiedad. Estoy aquí con mi pareja, mis hijos, mis amigos, mi mascota, mi coche, mi moto, mi comida, mi lugar de vacaciones, mi felicidad. Los motivos fotográficos lo son en tanto que me pertenecen, lo que no es mío no sale en la foto, no interesa. Si ocurre algo imprevisto, un ‘suceso’, puedo apropiármelo porque yo estaba allí, lo convierto como mero espectador pasivo en espectáculo, tengo la foto del que se estaba ahogando.
-transmisibilidad inmediata. La fugacidad del instante que se presumía que atrapaba la foto, de un ahora que no bien se dice ya pasó, debe ser transmitida de inmediato a otros, familia, amigos, conocidos y desconocidos. La fotografía de producción y consumo de las masas de individuos se convierte en la mercancía más codiciada por el capital que la produce: instantáneamente producida, instantáneamente consumida, instantáneamente olvidada, dejando instantáneamente sitio para la siguiente.
La ley de la aceleración máxima de la producción y consumo de las mercancías como ideal que rige en esta fase de la sociedad capitalista, la única que conocemos, debe cumplirse también para la fotografía, que es una mercancía como cualquier otra, por más que parezca para el caso de las fotos no profesionales que no lo sea pues no se venden. Esta no venta de las fotos no profesionales oculta la verdadera venta de cuanto rodea la producción de la foto misma, que es la verdadera mercancía, o más bien mercancías, nuevos y más potentes móviles, comidas, viajes, autos, ropas y complementos, maquillajes y peluquerías, gimnasios, discotecas y demás que sirven de soporte a las fotos, “estoy aquí y tengo esto”. Yo soy la mercancía que vendo a los demás y la fotografía es la publicidad de mí Yo único e irrepetible en la que invierto.
Las minorías selectas, los fotógrafos de pro, aficionados o profesionales de veras, tanto da, también han de cumplir las leyes que a ellos se les dictan. Y así está impuesto:
-yo soy el fotógrafo, artífice único, distinto e irrepetible. Debo tener mi estilo personal, distinguirme de los demás fotógrafos. Idealmente debo conseguir que al ver una foto se asocie a ella de inmediato mi nombre, que es al fin lo que se vende, a pesar de que aún circule la frase de que “un fotógrafo vale lo que vale su última foto”, cuando te has hecho un nombre, que se traduce en una cotización en el mercado, lo relevante es el nombre que lleva lo foto, pues, dentro de ciertos límites, puedes hacer más o menos lo que te venga en gana, sobre todo copiarte a ti mismo para que no quepa duda de que la foto es tuya.
-la “calidad técnica” debe ser irreprochable. Mis fotos deben manifestar mi capacidad económica (equipos de último modelo) y conocimientos (técnicas sofisticadas que requieren dedicación a su adquisición). La necesidad de estar al día que se impone abrumadoramente en los círculos de la cultura también opera en fotografía. He de conocer las tendencias actuales, los nombres que mueven el mercado y obrar en consecuencia, sea para imitarlos, también se llama ‘inspirarse’, o para ir a la contra, lo que supone otra forma de sometimiento a la ley, de su reconocimiento, por vía de infracción.
-originalidad. En consonancia con la exaltación del yo mis fotos deben ser originales, no haberse hecho antes. Como para cualquier otro producto de los que compiten en el mercado la etiqueta de ‘nuevo’ es imprescindible. Se hacen fotos solo porque parece que no se han hecho, no por lo que por sí mismas puedan ellas hacer. Se hace, o se pretende hacer, historia, o sea muerte, que lo pasado es lo que está muerto. Obviamente la originalidad se requiere originariamente, pues una vez consagrado el nombre ya no es precisa, si bien podrá añadir valor a lo ya conseguido, mostrando así que la creatividad del artista sigue presente.
Quizás pienses que estas leyes no se aplican en tu caso, que tú no las respetas, al menos no mucho, y quizás eso pueda suceder, como con cualesquiera leyes que algunos, algunas veces, llegan a sustraerse de ellas, lo que no implica que las leyes están ahí operando y siendo cumplidas por la mayoría.