Lo verbal y lo fotográfico
Es corriente encontrar la expresión “lenguaje fotográfico”, por ejemplo en (Colorado, 2018), referida a esta forma particular de escritura, pero que no es lenguaje propiamente dicho. Quien desee entender adecuadamente lo que sea esto del lenguaje puede referirse a: (García Calvo, 1979), (García Calvo, 1983) y (García Calvo, 1999), o, si prefiere algo más introductorio, a: (García Calvo, 2009).
Lo verbal es la producción de un idioma (prefiero este término al de lengua pues en ocasiones se entiende como lenguaje, esto es, lo que sostiene a cualquier idioma, y a veces como idioma, esto es, el habla de una comunidad humana). La escritura no es más que una forma de conservación de producciones de un idioma. Ha conocido diversos procedimientos (silábica, jeroglífica, alfabética, …) y diversos soportes (tablillas de arcilla, papiro, papel, electrónicos varios, …). Es pues, como la escritura corriente, alfabética entre los más de los instruidos, dependiente del idioma, por más que la universalización del inglés, incluso entre quienes no hablan ese idioma, ya que el mundo creado con él es el que se impone traspuesto al resto de idiomas del mundo en un proceso de cuyos orígenes da cuenta Agustín García Calvo en el capítulo ‘Apuntes para una historia de la traducción’ de su libro ‘Lalia. Ensayos de estudio lingüístico de la sociedad’ (García Calvo, 1973). Esto es lo que hace decir, sin ser conscientes de lo que implica, que ‘la fotografía es un lenguaje universal’ y que parezca, solo parezca, que una foto es ¿entendida? En cualquier parte.
La palabra, dicha o simplemente pensada o meramente operante de forma no consciente, precede a la toma fotográfica, como corresponde a cualquier forma de escritura. Como esto puede resultar muy contrario a lo que suele tenerse por cierto, voy a explicarlo con detalle.
En ocasiones el fotógrafo recibe instrucciones más o menos detalladas en forma oral o por escrito de lo que ha de fotografiar, como es el caso de la fotografía publicitaria, por ejemplo. En otras ocasiones el fotógrafo ha pensado de antemano la foto más o menos detenidamente, o sea, ha hablado consigo mismo aún sin pronunciar palabra externamente, como cuando se dice a sí mismo “Ahí tengo la foto, con esa luz, ¡perfecto!” o se ha dirigido de palabra a otros, como en el caso de la fotografía llamada social o como jocosamente la llaman algunos “foto BBC” (bodas, bautizos y comuniones) o al trabajar con modelos. Pero también cuando aparentemente no ha dicho palabra, ni parece siquiera que haya tenido tiempo de hacerlo, como pasa habitulamente en la fotografía de calle, en la que, en una fracción de segundo casi, se encuadra y dispara, ahí también está el idioma actuando. ¿Cómo?: pues de la misma manera que lo hace cuando escribimos, que primero pensamos lo que vamos a decir y luego lo escribimos, incluso en lo fue en su momento llamado “escritura experimental” o “escritura automática” está el idioma operando, por más que de manera no consciente, pues como es bien sabido la conciencia misma estorba mucho para el mero hablar, a pesar de que para poder llegar a hablar hemos tenido que aprender primero las reglas del idioma y su vocabulario y luego olvidarlas, pues si tuviéramos que pensar antes de decir una frase las reglas que la rigen (fonéticas, de entonación, morfológicas y sintácticas) dificilmente hablaríamos. Y este modelo de aprendizaje primero consciente de las reglas y luego olvidadas de conciencia, pero plenamente operativas, como confío en que haya quedado claro, es el mismo que opera en la toma fotográfica. Así como entramos en el idioma primero que nos haya tocado en suerte, eso que se llama la lengua materna, después de haber oído a los hablantes cercanos y haber llegado a descubrir y dejarl luego en el olvido de conciencia las reglas que operan en ella, así también entramos en la fotografía. En una sociedad como la nuestra, que es la mundial ya, bien por serlo efectivamente ya o bien por estar ahí como modelo para los pocos que no hayan entrado aún del todo en ella, desde que empezamos a ver, más o menos al tercer o cuarto mes del nacimiento, estamos rodeados de fotos y hoy ya de cámaras (al parecer hay tantos teléfonos móviles como habitantes, aunque haya algunos que aún no tengan y otros tengan varios). Esa contemplación, no consciente en gran parte, de imágenes va introduciendo en nosotros la idea de lo que es, y lo que debe ser, una foto. Y eso es lo que está operando como ideal al que acercarse cuando se hace una foto.
Y este proceso se da tanto entre quienes “no saben” de fotografía como entre quienes más conocimientos conscientes tienen de ella, especialmente entre estos. Lo mismo que sucede con la escritura, que recordemos es parte de la cultura propiamente dicha pero no del idioma, llevamos menos tiempo escribiendo los humanos que sin escribir y aún hoy hay muchas lenguas no escritas, al menos por sus hablantes efectivos, distintos de los lingüistas o estudiosos, sucede con la fotografía. Los escritores profesionales y los que hacen lo que los profesionales hacen pero sin cobrar son más conscientes de las peculiaridades gramaticales de su idioma y las usan de forma muy consciente, especialmente al principio o cuando pretenden sobresalir, los demás escriben como pueden lo, en general, poco que escriben y con el recuerdo escolar más o menos titubeante les basta (y, si el caso lo requiere, se echa mano de los correctores informatizados que se encargan de que la ley se cumpla). Con la fotografía sucede exactamente lo mismo, los profesionales y los aficionados que hacen lo mismo que los profesionales pero sin cobrar (profesional es quien obtiene el conjunto o la mayor parte de sus ingresos de la fotografía, y aficionado es quien no obtiene ingresos de ella o son la menor parte de ellos) saben mucho de fotografía, usan, al menos lo más del tiempo, cámaras exclusivas (llamo así a las que solo se usan para hacer fotos o vídeos, que no son a fin de cuentas, como el cine, más que muchas imágenes fijas que se pasan a gran velocidad) y los demás usan cámaras que además hacen otras cosas (léase teléfonos móviles, que son microordenadores de bolsillo). Los profesionales y los aficionados conocen bien la ley: para destacar hay que romper normas, pero con cuidado, eso sí, sin pasarse mucho. Hay que ser “original”, tener “un estilo propio”, una “personalidad” (recuérdese que eso de ‘persona’ viene del nombre que los antiguos griegos daban a la máscara del teatro, de ahí, por ejemplo, nuestra palabra ‘personaje’ que lo recuerda mejor). Los demás también deben cumplir la ley, aunque no lo sepan muy bien. Se hace lo que está mandado que se haga (lo que antes se llamaban ‘autorretratos’ y hoy ‘selfis’, del inglés ya escribí antes, fotos ‘bbc’, como las de parte de los profesionales pero de sus prójimos y sin ningún miramiento y fotos turísticas los pudientes, que se vea que lo son).
Referencias:
Colorado, O. (2018, marzo 30). Elementos del lenguaje fotográfico. Oscar en fotos. https://oscarenfotos.com/2014/05/03/elementos-del-lenguaje-fotografico/
García Calvo, Agustín. (1973). Lalia: Ensayos de estudio lingüístico de la sociedad. Siglo veintiuno de España.
García Calvo, Agustín. (1979). Del lenguaje. Editorial Lucina.
García Calvo, Agustín. (1983). De la construcción (Del lenguaje. 2). Editorial Lucina.
García Calvo, Agustín. (1999). Del aparato (Del lenguaje III). Editorial Lucina.
García Calvo, Agustín. (2009). Elementos gramaticales para niños mayorcitos y para quienes se hagan como niños. Editorial Lucina.