He comenzado planteando algunas preguntas que han vuelto a aparecer también en algunas de las imágenes expuestas y que considero que deben seguir, como las heridas abiertas, haciéndonos recordar que mientras sangramos no estamos del todo muertos, y que al igual que las mejores de las obras aquí presentadas y cualesquiera otras semejantes que se nos aparezcan igual pueden hacer algo a alguien, sin que se pueda ni deba explicitar que pueda ser ese algo ni tampoco ese alguien.
Y llegado a este punto he vuelto a leer, y en algún caso leer por primera vez, varias intervenciones sobre arte en general de Agustín García Calvo que pueden encontrarse en la web de la editorial Lucina https://editoriallucina.es/es , en la que se encuentran publicadas las más de la obras del propio Agustín, o en: https://bauldetrompetillas.es/agustin-garcia-calvo/conferencias/. Son las siguientes:
1956 Acerca del poder moral del arte
1992 Hablar y pintar
1995 Arte e indisciplina
1999 Contra el arte
2000 Ritmo de la mirada
2002 Autor anónimo
2006 Arte y dinero
2010 La utilidad del arte
A pesar de que cualquier resumen de lo que ahí se dice corre el riesgo serio de traicionar lo dicho y de recomendar pues la lectura directa de al menos alguna de las intervenciones, que ya aviso de que, a pesar de no usarse el clásico lenguaje culto esperable en un catedrático de universidad como él, sino lenguaje popular, se suele decir por quienes no están familiarizados con sus producciones que no se entiende lo que dice. Y eso es comprensible pues lo que dice es tan contrario a lo que solemos escuchar o leer, y no solamente en el ámbito académico, y se opone tanto a las creencias de la mayoría, que decir “no lo entiendo” es una manera de defenderse de los peligros que acechan a uno si se deja oir sin más lo que se dice. Por ello intentaré exponer con cierta brevedad lo que me parece más relevante para la cuestión que nos ocupa incluyendo las observaciones y dudas que se me plantean y que desgraciadamente ya no tengo ocasión de poder comentar con él, como en otras ocasiones, debido a su fallecimiento.
En Acerca del poder moral del arte, obra de 1.956 y de las más tempranas de nuestro autor, ya plantea con claridad que una obra de arte no es una reproducción de lo real, es una realidad en sí misma, independientemente que tome como materia otros elementos de la realidad. Lo que distingue el lenguaje artístico del cotidiano es no lo que se dice sino la manera de decirlo.
"lo único propio del arte es sólo y exclusivamente la "forma". Lo que importa no es lo que el artista exprese (puede no expresar nada), sino cómo lo hace; si lo hace bien, su obra es buena y da bien a quienes la reciben; si lo hace mal, hará mal necesariamente: porque si el tema es malo, se cebarán perversamente en el tema oyentes y espectadores; y si es bueno, no estará mas que ensuciando una hermosa realidad."
Y a continuación aclara que en el caso de que la materia sea un tema real debe ser “interesante” y nos explica en consiste eso de ser “interesante”:
"¿Qué quiere pues decir "interesante"? Sólo esto: que sea capaz de retener la atención de muchos, de una clara mayoría de los hombres que podrán oírlo o verlo; es decir: que sea popular, que esté entre los motivos de gozo, de dolor, de esperanza, de miedo, de duda, de desesperación de todo el mundo."
Aquí encontramos algo que se aparece como contradictorio con la formulación reiterada constantemente en los años siguientes de que “la mayoría no son todos”, por ejemplo en otro de los textos aquí citados, el de Arte e indisciplina de 1.995. La cuestión de lo buena o mala que sea la obra queda pues sometida a una mayoría. Tal vez se formularía mejor diciendo que fuera interesante para “cualquiera”, aclarando que ese “cualquiera” debe ser literalmente cualquiera que no sea un individuo personal, que se refiera a lo que de común hay, como el lenguaje , en cualquier humano. La cuestión del buen/mal arte así planteada no nos ayuda mucho por desgracia, como ningún otro planteamiento que conozca, a decidir ante una obra concreta si es buena o mala, pues si a alguien le causa gozo pero a otro no, nos quedará la duda de quien de los dos es de veras “popular”, ya que si fuera de recibo el argumento de la mayoría no habría forma de saber si esa mayoría, en el más que improbable caso de que pudiera determinarse como tal una mayoría, fuera ella popular de veras o estuviera confundida a pesar de su propia convicción de no estarlo. Y si acudiéramos al argumento de “cualquiera” volvemos al mismo punto al haber dos antagónicos.
Reconoce nuestro autor que esa cuestión es “más de fe que de sabiduría”, expresión de la que supongo habría abominado alguien como él que se dedicó a enfrentarse justamente a cualquier clase de fe.
"la condición del creador que hace arte para su pueblo, para los más, para "nosotros", es sólo ésta: que a su vez sea un hombre corriente y moliente, es decir: sano, alegre, bueno; sólo diferente de los demás en poseer esa larga paciencia que se llama genio."
A pesar de la que hoy nos puede parecer ingenuidad de la formulación hay algo que me parece importante resaltar: ese ser como cualquiera el artista y no alguien distinto, alguien como muchos piensan que debe ser alguna clase de loco o ser extraordinario. Y no deja de ser muy sugerente la asimilación de la genialidad con la “larga paciencia”, muy en especial hoy en día en que vivimos incitados por doquier a la la inmediatez, a los resultados instantáneos, que son los que sirven, al menos su promesa, para vender toda clase de mercancías, comprar solo apretando un botón de un aparato informático y que te llegue a casa en el día lo pedido, por ejemplo.
Se plantea a continuación la cuestión de la influencia moral del arte, de lo que puede hacer en la gente. Y la respuesta es, siguiendo el “cura metusque” de Lucrecio, el liberarnos de la precoupación y el miedo, a lo que añade “ la constante atracción de los seres hacia la nada: esa agobiadora fuerza de la inercia, que con nombre demasiado divertido llamamos pereza”. Y contra eso ofrece la explicación de lo que aporta el arte:
"¿qué poder tiene el arte contra ellos? Puede que la respuesta no sea muy difícil: todo arte tiene un poder liberador de la inercia, en cuanto lleno de un ritmo creador que se contagia al que lo ve o lo oye; y es además liberador de la preocupación y el miedo por ser actividad gratuita y sin finalidad."
Y esa gratuidad y falta de finalidad nos dice que es justamente lo que tanto perseguimos por vía del trabajo y el ahorro, del sufrimiento en suma, para disfrutar del ocio que es en el fondo lo único que sentimos que vale.
"Al contrario de la felicidad, que es esencialmente egoísta, los vislumbres de alegría que el juego da, no son cuestión del yo, sino del nosotros. El que es solo, como decía el Eclesiastés, es triste; y todo jugador, todo artista, supone necesariamente el colaborador: público, oyente, espectador."
Junto con la contraposición entre felicidad y juego, que es lo que supuestamente se hace con el verdadero arte, resulta importante ese resalte de la necesidad del otro. Añadiría que incluso cuando la obra no llega aparentemente a manos de otros, imaginémonos al artista solitario en su estudio con un cuadro, por ejemplo, no deja, una vez terminado el cuadro de tener un otro que mire, que vea el cuadro, aunque sea el propio pintor que pasa así a la condición de espectador.
Y expone ahora algo de gran interés para la cuestión del arte callejero: la necesidad de que el arte, para que pueda provocar esos efectos benéficos, que poco se ven al estar recluidas las más de las artes a las salas de concierto, museos, teatros y demás, esté metido en la vida.
Pasa a explicar ahora lo que el ritmo (“orden establecido en el tiempo, por medio del retorno a intervalos, iguales o proporcionados, de una señal o golpe rítmico.”) hace: "Es una embriaguez de vivir, una embriaguez de tiempo lo que la obra rítmica produce sobre el oyente o espectador, y es por medio de él como el arte rítmica vence a la pereza o tendencia hacia la nada." Y explica la diferencia entre ritmo y movimiento: "Cuidémonos de confundir movimiento y ritmo: el ritmo no supone por fuerza movimiento: supone (y lo que es más: engendra) tiempo, y por tanto cambio; el árbol florece y se deshoja al ritmo de las estaciones; rítmicamente muda el fotógrafo artista la luz en unas secuencias de cine. Del movimiento lo más que acaso puede decirse es que es una forma del cambio."
El ritmo viene a hacernos sentir la permanencia por debajo del cambio constante, la paradoja esencial que es el tiempo, que algo sea lo que es y a la vez esté cambiando. Asunto este de mucho calado y que me temo que a quien haya llegado hasta aquí esto ya le parezca demasiado “filosófico” e incomprensible. Es cosa de atreverse a pensarlo y darle cuantas vueltas haga falta.
Presenta las artes, pues no ofrece definición ni noción de lo que pueda entenderse por “arte”, como divididas en dos tipos, a partir de una lectura del Locoonte de Gotthold Ephraim Lessing de 1.776, las artes temporales y las estáticas o no temporales, que con cierto reparo se permite llamar “espaciales”. Ello importa para poder argumentar como opera el ritmo en las estáticas, ya que en el caso de las temporales, como la música o la danza, la cuestión del ritmo no necesita mucha explicación. Nos dice luego al respecto que en el caso de las estáticas el ritmo se produce por la repetición de la vista de la obra. Y en este punto se me aparece un reparo importante. Por más que la obra la tengamos en casa, pongamos un cuadro, o en la calle, arte callejero, no veo manera de que la veamos con ningún tipo de patrón rítmico por mucho que pasemos todos los días frente a ella, aunque solo sea porque una cosa es pasar y otra mirar, y así habrá veces en las que nos detendremos incluso un rato a contemplarla y otras en las que ni entre en nuestro campo visual. Pienso más bien que a los usuarios de una obra estática, como un cuadro, una foto, una escultura, como incluso a los de una obra de las temporales, una película, un melodía, lo que nos sucede, cuando nos sucede, es algo similar a lo que nos pasa con eso que llamamos enamoramiento. Una persona nos atrae, generalmente sin que le adjudiquemos motivo especial, y esa atracción inicial nos impulsa a la reiteración de su compañía o a la búsqueda de la misma, y recordemos también que ese algo misterioso que nos atrae como un imán a una aguja, a veces persiste y otras se desvanece, tal vez porque el trato mismo nos va haciendo percibir otros elementos que actúan en sentido contrario. Y hay que añadir que lo común, aunque tristemente infrecuente, es enamorarse, por más que lo personal sea de quien, lo que nos abre el camino para trasladar esta misma forma al arte en general.
Finaliza el discurso con una llamada a los usuarios de las obras de arte: "no busquéis la obra de arte cómoda, la que os deja como estáis y os ayuda a consumiros sin subir un palmo más arriba. Sed colaboradores en el arte:buscad la película, buscad la obra que os alegra, que os hace mejores, que no os deja como sois. No es nada cómodo hacerse otro. Pero hacerse otro es la esencia del bien." Demasiada tarea pensarán muchos, pero la tal vez la recompensa sea mayor que el simple entretenimiento, el haber pasado el rato, habernos divertido.
En “Hablar y pintar” incide en atacar la usual búsqueda de “mensaje” en las artes, pues no siendo una forma de lenguaje, ya que la característica esencial del lenguaje es la abstracción y en las artes, por más que algunas modalidades se llamen “abstractas”, no puede haber el tal “mensaje”. Desde luego hay que añadir que cuando esto se trate de aplicar a formas de arte que usan una lengua, cosa distinta del lenguaje, como muy bien aclara nuestro autor, sí hay “mensaje”, sí está “diciendo algo”, como en el caso de la poesía o el teatro, aunque en estos casos lo que nos plantea García Calvo es que cada vez más se ha venido priorizando lo semántico, que es la parte más superficial de una lengua: "toda la historia de la humanidad, y especialmente de esas capas a las que llamamos ‘cultura’, se ha venido caracterizando por un progresivo predominio de lo semántico, es decir, justamente de la significación".
En “Arte e indisciplina” plantea como la rebeldía que manifiestan algunos artistas, sobre todo en sus inicios más o menos juveniles, suele venir a dar en la integración al Orden. De nuevo el olvido de la “técnica” artística y el predominio de la significación, del mensaje, lo cual está íntimamente relacionado con lo siguiente:
"Esa es la contraposición que quiero hacer, no sólo en las artes, sino en la vida en general. Generalmente estamos cegados por el 'mundo del que hablamos', por 'aquello de que se trata', por la Realidad, que no es otra cosa más que 'aquello de lo que se habla': es su mejor definición. y cegados por ello nos olvidamos del momento en que lo estamos diciendo. Cuántas veces en una riña entre amantes, en una conversación familiar, en una charla entre amigos, parece que se pone una pasión inmensa en la tesis o en el sostenimiento de la actitud que se quiera, la actitud real de la que se está hablando, y entre tanto aquella pasión inútil, aquel rato que se está pasando en la discusión queda anulado, olvidado."
En este punto se me aparece otra objeción, pues en casos como los que cita no se ve mucho tal anulación u olvido, pues además y al mismo tiempo de lo que se dice, están produciéndose otras acciones en forma de sentimientos en los intervinientes, a veces de una intensidad tal que acaban en rupturas de una pareja, por ejemplo, cuando no en crimen, así que junto con la significación, lo semántico, claramente presente, está, al mismo tiempo, aunque en otro, y estoy aquí tentado a usar expresiones como “plano”, “nivel” o “ámbito” si no fuera por la posibilidad de que sea interpretada espacialmente, o mejor con otro instrumento o recurso, del mismo modo que podemos andar y comer a la vez.
Pasa después a introducir las nociones de placer y utilidad con los siguientes sentidos:
"El descubrimiento y lo que podemos llamar placer de veras van de la mano: un placer de veras es un placer que al mismo tiempo es siempre entendimiento, descubrimiento. Descubrimiento que es naturalmente descubrimiento de la falsedad costitutiva de la Realidad."
"No hay ningún placer de verdad, no en las artes, sino en la vida, en el amor, en cualquier sitio, no hay ningún placer de verdad que no esté confundido con este momento de descubrimiento de la falsedad real."
Múltiples problemas se me aparecen en estos asuntos del placer y el descubrimiento. Concedamos que el placer vaya aparejado al descubrimiento. Descubrir solo pasa una vez, no se descubre América, la penicilina o la falsedad de la Realidad ni siquiera dos veces, así que una vez ocurrido ese descubrimiento la obra se volvería inútil, e incluso displacentera, además de caer en eso que tantas veces el propio Agustín denunciaba de hacer lo que está hecho. Volver a usar la obras sería un acto de puro masoquismo estricto, así que por ese lado placer y descubrimiento, una vez ocurrido este, quedarían no solo disociados sino contrapuestos. También está el problema de distinguir el placer digno de ese nombre de la mera diversión, contra la que atinadamente se lanza también en su intervención y que no reitero aquí, pues se nos vuelve a aparecer la cuestión de la decisión de que sea una cosa o la otra en cada caso. ¿Cómo decidir?, por no hablar de quién lo hace. Reaparición pues del problema de la obra buena o mala.
"Lo único útil de veras es lo que es placentero, y todo lo que es placentero es al mismo tiempo útil."
Esa exclusión de la utilidad de cuanto no sea placentero, que no se justifica en la conferencia, podría ser aceptable en cuestiones artísticas, pero si se amplía al de la “vida”, como había ya empleado antes y tomando el término simplemente como lo que no sea arte, que meternos en lo que pueda ser eso de “vida” nos ampliaría demasiado el campo, pues ya parece excesivo. Ni en el mítico “Paraíso Terrenal” de nuestra cultura es admisible que lo útil fuera placentero, narración falaz que no solo sirve para justificar su hipotética pérdida por desobedecer al Dios y ser condenados a ganar el pan con el sudor de nuestra frente, sino para seguir promoviendo la obediencia al Dios con la promesa del “Paraíso Celestial”, tan falso como el terrenal. La referencia bíblica (Mateo 6, 26) tan del gusto de nuestro autor (en la misma citada conferencia anterior se encuentra una cita) de la despreocupación de los pájaros por su sustento a los que alude el Dios bíblico que dice alimentarlas Él, no es más que otro engaño sanguinario, hay aves que se mueren por no encontrar alimento, así que de hacer como los pajaritos poco, que también se mueren sin que Dios lo remedie, y sin que se les haya prometido tampoco paraíso alguno. Tal vez precisamente el que haya tareas necesarias para la mera supervivencia que son desagradables cuando no peligrosas no haya sido ajeno a que los más espabilados de un lejanísimo antaño fueran inventando historias con las que hacer que los más crédulos doblaran el espinazo por ellos y hasta se jugaran el pellejo.
Reconoce luego la dificultad mayor de entender esto en las artes no temporales pero insiste en la utilidad inmediata que ha de darse, en usar las obras de arte y además caer en su uso sin voluntad de ello, como por azar. Parece que ya en esta intervención ha abandonado la calificación de “ritmo” a esos encuentros azarosos que había dado anteriormente. Y termina invitando a hacer algo, a que nos pase algo, algo que tampoco se puede saber qué es como no se sabe qué son las artes y que esa es precisamente su gracia.
En el coloquio precisa que las formulaciones típicas de los espectadores o asistentes a actos artísticos o usuarios de obras de arte tienden por lo general a a reaccionar ante las obras con un “me gusta” o “no me gusta”, lo que es un juicio pero en modo alguno placer o descubrimiento. Lo que por otra parte parece bastante comprensible pues una vez perdido, si es que alguna vez lo hubo, algún tipo de canon aceptado por cualquiera, cosa como poco más que dudosa aunque meternos ahora en la genealogía de eso nos desviaría demasiado de los asuntos principales, algo común que permitiera a cualquiera comparar una obra con el canon y declarar si se ajustara o no a él al menos en términos de más o menos, solo quedan las múltiples y diferentes propuestas de “deber ser”, por decirlo a lo moralista o filósofo, que se nos proponen, como la que hace nuestro autor o la de quien esto escribe, por ejemplo.
En Contra el Arte comienza por explicar como antaño se solía considerar el esfuerzo y dedicación del artista junto con su habilidad, y aún hoy quedan quienes así lo siguen pensando, como lo que calificaba a una obra como arte. Hoy se ha pasado a la “idea”, al “genio” del artista que ha creado algo nuevo y de ahí la comercialización de la propia persona del artista que es lo que sustituye a la obra misma.
Pasa luego a la cuestión del consumo del arte y retoma la necesidad de, ya no el ritmo de la conferencia primera, sino el roce cotidiano con la obra para que esta pueda hacer algo negando que en los museos, por ejemplo, pueda pasar nada de eso. Vuelve al enamoramiento por costumbre de roce, si se me permite decirlo así, negando las posibilidades de arrebato instantáneo, de pasión incontenible a primera vista. Y retoma la utilidad del placer, a la que ya nos hemos referido, aclarando que el placer y el descubrimiento correspondientes no son cosa del individuo, de la persona, sino de eso que hay por debajo de las personas y que es lo común.
En “Ritmo de la mirada”, además de cosas ya comentadas en anteriores intervenciones, amplía la cuestión del ritmo para las artes plásticas como también referido por una parte a la configuración o correspondencia entre las partes que se da en la composición de la obra y por otra a lo que llama “momentum” o instante (aprovecho ahora para recordar a quienes no estén familiarizados con la ortografía de Agustín García Calvo, que palabras como esa de “instante”, escrita como yo acabo de hacer, él las transcribe, y por ello sus transcriptores más fieles, como “istante”. No me voy a detener más en esta cuestión pues solo quería dejar aviso de la utilización de una ortografía peculiar para no traicionar mucho a la lengua hablada según explicaba). Ello viene al caso porque afirma que para que una cosa sea una cosa tiene que moverse y seguir siendo la misma cosa y constituirse así la realidad. Asuntos de un calado tal requerirían para tratar de entender algo, si es posible, un espacio que no quiero dedicar ahora porque seria ya otra obra.
En “Autor anónimo” ataca la noción dominante del autor personal. Frente a ello propone que cuando el artista acierta es que de alguna forma se ha quitado del medio, acierta contra sí mismo. Y sobre el aprendizaje, consciente, dice que "Hay por tanto que aprender en contra de uno mismo. Y eso es técnica, las musas verdaderas por debajo de uno mismo. Esa técnica de aprender de verdad a reconocer el latido de desprenderse de los engaños de la Realidad."
En “Arte y Dinero” ataca al Dinero no en nombre de ningún Ideal, sino denunciando precisamente el carácter “ideal” del dinero, frente a su pretendido materialismo, que mata las cosas porque sustituye lo que ellas mismas podían hacer o su utilidad por ese dinero ideal y siempre futuro, que por eso es muerte pues en el futuro es exacta y precisamente donde no se puede vivir. Tampoco eso es una reivindicación del “ahora”, porque "ninguna fe en el tiempo, si uno no cree en el Futuro ya no cree en ningún tiempo, AHORA, AHORA no quiere decir el presente, AHORA quiere decir AHORA, y AHORA, como estáis percibiendo como yo en este momento, es algo que ni Dios puede saber qué es, porque AHORA, en cuanto se dice AHORA ya no es AHORA y entonces esa es la gracia que tiene y no se le puede nunca reducir ni al presente, ni a ninguna otra idea que podamos tener. AHORA estamos sintiendo que, aunque padecemos costantemente el dominio del Ideal, el dominio del Dinero, al mismo tiempo estamos sintiendo que es mentira, que hay más fuera de eso." "el Dinero, como he dicho, lo mismo en esto que en todo lo demás impide cualquier sentimiento, cualquier sensación que sea directa, no puede ser, no puede haber placer." Lo más que el Dinero da son sustitutos, sucedáneos. En punto a esto suelo aportar por mi parte el experimento probatorio siguiente que cualquiera puede realizar en su propia casa, frente a lo que decían en los circos a los niños por ejemplo, y que es el siguiente: pruebe usted a dar dinero a su pareja por darse un revolcón y verá en qué ese mero acto de pagar los convierte a ambos.
En “La utilidad del arte” reformula lo que ya presentara en la conferencia de 1.956: "Me gustaría y desearía que de sus diferentes maneras, con sus varias maneras de actuar, sirvieran para descubrir la mentira de esto que nos venden como mundo, la mentira de la realidad, la mentira costitutiva de la realidad, en la cual está incluida naturalmente la mentira del poder, de las leyes y sobre todo la mentira de uno mismo; porque nosotros, señores, (estoy hablando ahora de una manera contra-humanística), no somos más que un tipo de cosas, no somos más que un caso de cosas entre las cosas y con esta peculiaridad de que tenemos una persona, que por su propia costitución está al servicio del poder, está de acuerdo con el Estado, con el Capital, con la situación en que vivimos, con la realidad que se nos vende, la persona."
Junto con esa utilidad, digamos principal, del arte reconoce también otra, más humilde, pero uítil también para la gente, para lo que él llama el-pueblo-que-no-existe, y que es la proporcionar momentos de placer verdadero, no de diversión, que es lo mandado. Lo mandado es el entretenimiento para las masas, un llenar el tiempo simplón, y el adquirir (más) Cultura para las minorías selectas, o para quienes pretenden serlo. A los museos, añade, no se va a pasárselo bien, sino hacerse más culto, y por eso son una cosa muy seria y negadora del placer.
Y llegados a este punto igual te llegas a plantear si al ver las afotos de esta obrilla o, mejor claro, te tropiezas por las calles con las obras mismas, alguna, alguna vez, te ha tomado como por asalto y te ha removido algo en lo más hondo o te ha hecho sentir placer de ese de veras.
Para entender mejor los textos comentados se puede visitar la página www.deabajo.es dedicada a Agustín García Calvo en la que se pueden encontrar numeros contenidos gratis.